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viernes, 21 de marzo de 2014

Reflexion 3

Canciones nocturnas


«¿Dónde está Dios, mi Creador, el que da canciones en la noche?» (Job 3 5: 10, NTV).

Jeff respiró hondo y pensó: «No puedo quedarme aquí». Así que con mucho dolor comenzó a deslizarse montaña abajo, en dirección al vehículo.

Pasó por troncos caídos, arbustos espinosos, y por lugares donde aún había nieve, antes de poder vislumbrar a la distancia la camisa de cuadros del abuelo. Jeff apresuró la marcha. Finalmente alcanzó a su abuelo y le tocó el cuello. Respiró aliviado al comprobar que su corazón aún latía. Estaba vivo.

«Abuelo, abuelo, ¿me escuchas?».

Las sombras de la noche llenaron el angosto desfiladero donde se encontraban.

El bosque jamás había lucido tan macabro. El joven miró montaña arriba y montaña abajo. En el fondo de la montaña corría un río de aguas turbulentas, y arriba un risco de granito de seis metros lucía amenazante. Las sombras se convertían en su mente en osos merodeadores, y los sonidos en felinos agazapados.

Comenzó a llover, y aumentó su incomodidad y el riesgo de hipotermia.

«Mantén la calma», se repetía. Sabía que debía mantener la serenidad para poder sobrevivir.

De repente, el abuelo se quejó y comenzó a tiritar. Jeff se acostó a su lado para darle calor. Para hacerlo sentir mejor, Jeff comenzó a cantar: «Mi Dios me ama, él me ha salvado, mi Dios me ama, él me ama a mí». Al principio fue solo un simple suspiro desafinado, pero a los pocos instantes el airase llenó de un canto fuerte y afinado que llegó hasta el otro lado de la quebrada. Comenzó a cantar todos los coritos que había aprendido en la escuela, en los campamentos de verano, y en los Conquistadores. Luego comenzó a entonar himnos de jóvenes. Cuando cantaba el verso final de En mi alma suena un cantar, escuchó que alguien llamaba su nombre. A los pocos minutos, Jeff y su abuelo estaban camino al hospital, justo a tiempo para salvar la vida del abuelo.

«Estábamos cerca de la cima de la montaña cuando te escuchamos cantar —le dijo uno de los rescatistas—. ¿Cómo pudimos escucharte sobre el ruido del río?, no me lo preguntes, pero así fue». Jeff sabía cómo: Dios le había dado esas canciones para salvar su vida y la de su abuelo.


EN LA CIMA

Por: Kay D. Rizzo

2 comentarios:

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