Mis encuentros...

Te rastreo. Todos los días levanto los ojos hacia la oscuridad del universo buscando tus huellas. Sé que miras las constelaciones como los mapas de tus próximas aventuras y guardas en ellas las contraseñas lumínicas de tus esperanzas. Me arrodillo y recojo metáforas de los suelos de mi memoria. Como avioncitos de papel las libero, el viento me informará donde esperar el aroma de tus respuestas. Especializarme en el arte de la cartografía ha sido inútil. Sin voluntad, escondes con el azar tus senderos habituales, tus descansos escasos. He construido atalayas en toda la ciudad, esquinas donde observo la asincronía de nuestros cuerpos, árboles que cuentan la espera con sus hojas. Algoritmos semanales pretenden evitar que no puedas anticipar los surcos de mis pasos. Todavía no he logrado que mi vista abandone el silencio de la luz. Si tan sólo dejarás una tenue estela de colibrí tendría un movimiento para intentar alcanzarte en la velocidad de tus pensamientos. Si tan sólo esta pasión, que brilla como la sal del cielo, pudiera ocultar que nunca conocí las razones de la certeza de que existes, podría encontrarte.